09 diciembre 2011

I ♥ you

Uno pensaría que cuando se tiene un hater oficial, es decir, cuando alguien que se toma la molestia de direccionar tiempo efectivo de su vida para recordarte cuanto se apasiona contigo; hiciste ya algo trascendente con tu vida. Las pasiones más embargantes, las más comprometedoras, las más vulnerabilizantes son el odio y el amor. Si bien están emparentadas, divididas apenas por un encadenamiento circunstancial -psicológicamente hablando-, el odio, a diferencia del inlove, es una pasión que requiere una inversión tácita y no hay, de ninguna manera, satisfacción. Así cuando te enamoras -una emoción alimentada de eventos triviales- una caricia o una conversación o una pésima canción en la radio bastan para satisfacerte; sin embargo, cuando odias, el saber que al objeto de tu encorajinamiento lo cagó una paloma o le dió diabetes nunca es suficiente, siempre desean calamidades medievales para él o que mínimo caiga en el buró de crédito o, mejor aún -el sueño húmedo de un hater-, que todos los demás lo vean exactamente con él lo concibe, aunque, finalmente, todos sabemos que el odio embadurnado de resentimiento es un pozo sin fondo ni satisfacción.

Hoy día es difícil esperar buen gusto, estilo o clase de las personas. Incluso de los enemigos. Una lástima.

Me tengo en bastante buena estima. Soy un tipo listo e interesante con una vida que podría ser buena excusa para una canción de Sabina o de Cohen. Tengo estilo reconocible y suavidad patentada. Y mucha cola que me pisen, además. Precisamente por ello me creo merecedor de un hater digno. Alguien que pueda compararse con la astuta y diabólica personalidad del Dr Moriarty, chipocludo enemigo de Sherlock Holmes; un Joker, entidad entrópica desatada, que puede desconcertar la perturbada psique de Batman; un Araña Negra, monolito incontrovertible de la tosudez y necedad, quien persiguió la fama de acabar con Kalimán. O mínimo, en estos tiempos de trolleo, un pentagruelesco alter ego virtual que difame las buenas costumbres con dedicación, ingenio y carisma.

Pero no. Parece que entidades infantilescas y monosilábicas, sin mucho ingenio ni mucha iniciativa -pero muchas groserías repetidas, una tras otra-, es todo lo que tenemos en el stock de haters contemporáneos. Aunque viajo con equipaje ligero, rarísima vez quemé puentes volviendo insalvables las distancias y me invitan aún al bautizo de sus hijos; sé que por descuido, aritmética y la más encantadora hijodeputez me hice merecedor de agresiones de diferente denominación, esparcimiento de rumores perturbadoramente ciertos y profusión de alfileres en mi zona genital en muñecos vudú con mi aspecto. Como sea, el saldo es blanco y duermo como bebé cada noche.

Recientemente, después de una temporada consagrada al claustro y la meditación; recibí un mensaje de un hater. Anacrónico, por supuesto. Helo aquí: "Vas a chingas a tu madre pinche teto engreido pedante de mierda... Es cierto que a las mujeres les gustan los patanes y que se equivocó al andar contigo, pero aun así, por tu modo de ser mierdero mamón cerdo e hijo de la chingada, vas y chingas a tu madre... pinche tetazo de mierda". Primero que nada, debo aceptar con rubor en el rostro que el mensaje tenía casi dos semanas sin ser atendido en mi bandeja, una disculpa por eso. Recordé, además, años enteros en que disfruté -por alguna malversación moral de mi parte- usar como sobrenombre los términos empleados por el admirador. Pero lo verdaderamente embarazoso es, en realidad, que no tengo la menor idea del nombre o circunstancia de la mujer de quien tan airadamente defiende el honor. Digo, es cuestión de interpretación. Pudo ser el caso del pastel extraviado, el caso del boxer amarillo o, uno nunca sabe, el caso de la tlayuda fría. O el esposo de la del caso de la empresa verde. Incluso consideré que fuese un simpático error de un rejected. Nunca lo sabremos.

Lo que sí sabemos, en lo que todos estaremos de acuerdo, es que merezco hater con un vocabulario más amplio y con recursos más esmerados, por un lado; que los caballeros, entre la aritmética y la amabilidad, en verdad no tenemos memoria y, finalmente, que, como el buen samaritano lo dijo, a las mujeres les gustan los patanes.

: D

12 julio 2011

Imágenes


El tiempo y el espacio están sembrados de la ruina de un espejo inmenso. Cada fragmento –el agua íntima, el ojo que nos ama, la espalda de los días- devuelve deformado nuestro rostro.

Yo, en cada triza, veo unos ojos tristes, un hocico agudo –un perro, su mirada fría. Y en vano mi odio acariciado chisporrotea como un gato ante esa imponente furia.

06 enero 2011

Malcriados

Prácticamente ninguno de los chamacos que recibieron juguetes esta madrugada los merecen, es un hecho. Desconozco si se trata de la radiación de la televisión, del cóctel químico en cada golosina fluorescente que ingieren o simplemente es la corrección política rampante en el oficio de ser padre que impide disciplinar físicamente a tus hijos cuando quema el gato porque opta por dialogar con el niño; el punto es que los mocosos ya no se portan bien. Les es imposible acatar la más sencilla e inocente de las órdenes, traer un vaso con agua cuando se los piden pareciera violentar toda su existencia por lo que prefieren ignorarlo olímpicamente, incluso pueden pasar al lado del abuelo que, tendido en el suelo, acaba de fracturarse la cadera sin inmutarse y, peor aún, cada día descubren nuevas formas de manipulación para conseguir exactamente lo que quieren.

Si algo nos han enseñado los convictos reformados, los fanáticos apocalípticos y los críticos pomposos es que siempre podremos recurrir al buen libro -a los evangelios, pues- cuando estamos perdidos, cuando el mundo parece darnos la espalda y no hay nadie tan tonto o tan ingenuo como para sugerir una respuesta, la religión alza la mano.

Dios mío, hazme entender por qué carajo esos engendros berrinchudos siguen teniendo los bolsillos llenos de juegos de Wii, el más nuevo Smartphone, el Buzz Lightyear que brilla en la oscuridad o lo último en muñecas de estilo esquinero como las Bratz. ¿Por qué? Si comerme todas las verduras o ayudar en el aseo de la casa nunca me valió ante los Reyes para que me trajeran el barco pirata de Playmobil, por ejemplo.

La respuesta, como la mayoría de las respuestas que ofrecen los evangelios, estaba ahí para cualquiera que se molestara en buscarla, en todo su esplendor, con todo su cinismo. Indignante y frustrante como suele ser la verdad para la religión católica: Jesús era un chamaco berrinchudo. Un malcriado, un bully. Y siempre se salía con la suya.

La riqueza en matices humanos de los evangelios ocultos nos da una perspectiva completa de la infancia de Jesús. El apóstol Tomás fue quien le escribió.

Así me lo refirieron.

Todo comienza con la huída hacia Egipto, cuando Jesús tenía apenas dos años y debían salvar su vida. Un día, el niño Jesús encontró un pez seco, deshidratado con sal, y le ordenó que se quitase la sal y volviera al agua, cosa que el pez hizo para espanto de los vecinos, que por ello expulsaron a la familia del pueblo. Al volver a Nazareth, un sábado -violentando el descanso obligatorio-, bajo un terrible construyó una fuente y luego, con el barro, hizo doce pajaritos a los que dio vida, y volaron. Entonces otro niño, un fariseo, destruyó la fuente con una rama de olivo, y el niño Jesús, con rabia, le espetó: ‘Sodomita impío e ignorante (…): Quedarás como un árbol seco, sin raíces, sin hojas ni frutos”, y el sodomita en cuestión cayó muerto ipso facto.

Otro día, un niño que corría por el pueblo tropezó con el niño Jesús, y él, ni tardo ni perezoso, lo maldijo: ‘No acabarás el camino que has comenzado a recorrer’, y a media carrera el niño cayó muerto, levantando una nube de polvo. Entonces, los padres del difunto, junto a otros padres de la aldea, fueron a ver a José, a contarle lo ocurrido, y Jesús, enojado, los dejó a todos ciegos. José agarró al niño por la oreja y lo sacudió un poco, y el lindo niño Jesús lo miró a los ojos y le dijo: ‘Bástete mirarme, mas no me toques. Tú no sabes quién soy. Y si lo supieras no me contrariarías. Porque, aun estando contigo, he sido creado antes que tú’. Y el putativo padre, temeroso, dio un paso atrás.

En algunas traducciones Jesús no es tan áspero, aunque siempre es sabiondo y rencoroso y, al igual que en la mayor parte de la Biblia, hay que lidiar con su exasperante megalomanía.

Enseguida narra los pequeños problemas con sus profesores. El primero que vio en él a un chico excepcional, y quiso instruirlo, acabó vapuleado. El muchacho comenzó diciendo que no tenía nada que enseñarle a Él, pues ‘yo he sido el Señor antes que todos los hombres, y la gloria de los siglos me ha sido dada. Mas nada se os ha dado a vosotros’, dijo el alumno al maestro y al resto de los niños. Mamoncito él. El profesor quiso entonces enseñarle las letras, comenzando por ‘alpha’, y Jesús lo corrigió: ‘Observa, maestro, la disposición de la primera letra, y nota cómo hay líneas y un rasgo mediano que atraviesa esas líneas que tú ves comunes y reunidas, y cómo la parte superior avanza y las reúne de nuevo, triples y homogéneas, principales y subordinadas, de igual medida. Tales son las líneas del Alpha’. Terminada la lección, el maestro fue a ver a José, y le dijo: ‘Yo te ruego, hermano, que te lo lleves, pues no puedo mirarlo a la cara, ni escuchar sus discursos asombrosos’. Otro maestro, encolerizado por los desvaríos del niño, lo golpeó en la cabeza ‘y Jesús, irritado, lo maldijo, y el maestro cayó al suelo, y murió’. Luego, lo acusaron de haber lanzado a un niño desde una azotea, y Jesús llegó hasta el niño muerto y le ordenó: ‘Zenón, levántate y di si yo te he hechocaer’,y el chacaleado Zenón se puso de pie, aturdido, y respondió: ‘No, Señor: tú sólo me has resucitado’. Así, poco a poco, el niño Jesús parece enmendarse y se dedica a curar enfermos y a repartir grano entre los pobres, las viudas y los huérfanos.

¿Cómo podemos esperar, entonces, que nuestros sobrinos se porten bien si el modelo, el agazajado principal, es un cabroncete irreverente que podría compararse con el más malcriado de los hijos de Bush, Slim o con la mismísima Lindsey Lohan que, aún siendo unos ojetes con todos los que tienen enfrente y abusando indiscriminadamente de su poder, logran salirse con la suya y quedarse con todos los regalos?

Portarse bien no deja nada bueno, me cae.

16 septiembre 2010

Bicentenario

La otra patria

(ensayo para un panfleto)


Me avergüenza la patria cuando mira
a los hijos coserse los labios de impotencia
Me duele su vasto territorio
las plumas del guerrero pudriéndose en el vientre
Esta tierra loca y baldía inundada por la ausencia
El juego amoroso de la puta
Soñar con joyas y un hombre que la luzca
Tus hijos de la chingada son tus hijos
acribillan a los pobres como reses


¿No escuchas el ruido de la historia?
En tu oreja penetra un enjambre de tábanos
y grillos que devoran el paisaje
Reconoces tu sangre indígena con asco
Patria miserable y turbia

Tus sueños de grandeza
El fracaso aserrando amaneceres
La terca mansedumbre de una víctima en la piedra
Puñal de obsidiana en la memoria.
Qué patria admite la engorda de unos
a costillas de otros que ni huesos tienen
Qué patria es ésta que amuralla las ciudades
y blinda al viajero rapaz contra el paseante
Estamos presos en los dientes mondados por la ruina


Sabes ácida y amarga
de tanto parir hijos de puta
La peor conciencia te exige que no abortes
engendros de la náusea
Te llama a alumbrar con júbilo el agravio
Te bendice ciego tonto y manso
En las impías manos que esgrimen la cruz
como filosa espada sobre el cuello
de una matriz doblada por la pena
Nos hicieron de miedo de terror y de violencia


¿Mi patria
autoritaria y vil?
Suave Patria, no eres ésta, ni esto es un poema
apenas un territorio en el que soy extraño


José A. Leyva

20 julio 2010

Sophie

Qué difícil es discriminar entre todo aquello que te gusta. Nunca he podido, por ejemplo, elegir un favorito entre mis escritores o directores. Cada uno de ellos posee un matiz específico que tiene correspondencia con alguna de mis manías, cada uno de ellos logra hacer eco en mis más entrañables perversiones. Si uno me hace llorar con parábolas sobre la pérdida de la inocencia representándolo con bestias en una playa , el otro me excita con analogías existenciales que involucran una coreana amarrada. Imposible decidir. Ninguna mujer la he podido valorar, siguiendo con el dilema, encima de otra entre mis preferencias. Si una sabe forjar porros compactos la otra tiene la flexibilidad de un mono araña. Imposible decidir, insisto. Sin embargo, ahora debo decidir algo en uno de los más dolorosos procesos de mi vida afectiva adulta.

No hay vuelta atrás. No hay prórrogas. Se acaba el espacio de mi disco duro. Gregoria -el nombre de mi vapuleada laptop- me avisó que debo liberar espacio urgentemente. Pospuse esta odiosa tarea durante meses como se retrasan esas labores detestables pero inevitables como subirte al techo para limpiar el tinaco o decirle, por fin, a tu novia que tienes una enfermedad de transmisión sexual. No sabía por donde empezar. Mis carpetas digitales, como mi habitación o mi vida, tienen un frágil equilibrio que sólo tiene sentido en mi cabeza, un ecosistema salvaje donde el archivo en pdf del ‘Primero sueño’ de Sor Juana Inés de la Cruz se pelea a mordidas con el archivo comprimido del capítulo ocho de la quinta temporada de House. De la misma forma tengo archivos en jpg de mi sobrino vestido de pirata en su última fiesta de cumpleaños mezclados impúdicamente con los videos pornográficos que me tomé con una vieja amiga. Hay docenas de notas desperdigadas de poemas malos que nunca serán terminados (por el bien del pudor literario en el mundo, por cierto) coexistiendo con textos cursilísimos que he escrito, ahí sí, sin decoro alguno. Pero con todo eso, de alguna manera, por algunos años, una cantidad decente de gigas en el disco duro me permitió mantener todo lo anterior con desparpajo absoluto. Pero se acabó el espacio.

En un proceso lento y divertido, hasta eso. Pero donde sí me puse a chillar como magdalena enardecida fue al llegar a mi carpeta de pornografía. Los once gigas mejor invertidos de toda mi computadora. No tuve empacho en borrar la segunda temporada de The Big Bang Theory, ni en eliminar la discografía de Frank Sinatra porque sé perfectamente que ambos los puedo conseguir en cualquier momento, pero mi colección de pornografía tan perfectamente seleccionada durante estos años es invaluable. Fragmentarla o mutilarla para liberar espacio me parece una situación abominable. No saben lo difícil que es ubicar joyas como la versión pornogore homosexual de ‘Los Supercampeones’ o las aventuras lésbicas de ‘Heidi’ con Copo de Nieve. La relación del hombre con la pornografía es sumamente especial. Es como esa novia que te fascina pero que no puedes presentar en casa. Esa mujer con la que puedes ser completamente honesto, ponerte un pañal para adulto, pinzas para ropa en los pezones, un sombrero vaquero y masturbarte cada noche sin que te juzgue. Comprenderán, entonces, lo difícil del proceso. La decisión de Sophie me la pela en estos momentos en cuanto tensión dramática. ¿Cómo recuperar ‘Semental, mi querido Watson’ o ‘Las historias guarras de la hermana de Harry Potter’ o ‘La Zorra y el Vagabundo’ o ‘El Sexo Sentido: Veo gente desnuda’ o ‘Alicia en el país de las Marranadillas’? Además, como deben saber, cuando el humano se apasiona en algo lo lleva hasta niveles de especialización insospechados, uno aprende tanto sobre sí mismo obsesionándose. Hay un punto donde un anciano follándose un colegiala tailandesa ya no es suficiente, entonces descubres los hermafroditas o los enanos. O los enanos hermafroditas. Luego es un enano hermafrodita y una llama. Después un enano hermafrodita, una llama y trapecio. Es una escalada. Cuando te das cuenta estás viendo películas francesas que involucran personas con enfermedades venéreas grotescas. No sabía que cabían tantas verrugas en superficies corporales tan pequeñas hasta que los europeos me enseñaron lo contrario. Me parece conmovedor, por otro lado, que esas personas con un miembro menos o una malformación en la quijada tengan la oportunidad de convertirse en protagonistas de una memorable película pornocha, cuando parecía que el mundo no daba un quinto por una mujer con pies peludos o un hombre con gigantismo en los testículos, la pornografía, sórdida pero leal mistress, los reivindicó. Como sea, todos esos momentos se perderán como lágrimas en la lluvia.

Hasta hoy he borrado cerca de seis gigas de imágenes de personas que no conozco pero que, en algún momento, un amigo o amiga insistió en que conociese; documentos escolares que no sirvieron más que para hacerme desatinar y de los no aprendí absolutamente nada; canciones curiosas que fueron parte del hit parade de mi corazón durante una semana; capítulos de sitcoms descargados ilegalmente para entretenerme por las madrugadas y -ay de mí- he borrado también cientos de clips de japonesas nadando en el bukkake, de latinas adolescentes con implantes con descuento mal hechos en Brasil y de esas estrellas fugaces de la pornografía que sin importar que tuviesen una inquietante afición por ponerse caracoles en los genitales, igual merecieron espacio en mi disco duro.

Eso sí, guardé todas las fotos de mis sobrinos porque, en el fondo, soy un sentimental empedernido.